No venimos a este mundo para estar bien, ni tampoco Dios nos salva para ser exitosos o felices. Estamos aquí para glorificar a Cristo y mientras no entendamos esto viveremos extraviados y vacíos.
Muchos de nuestros problemas y preocupaciones se resuelven cuando dejamos de vivir bajo esta perspectiva vana y egoísta. Dios no quiere que vivamos sino que muramos a nuestra yo, a nuestra auto dependencia, y que encontremos nuestra vida en El.
¡Ya no vivo yo más Cristo vive en mi!, fue la expresión de un hombre muerto así mismo y a este mundo, abandonado a la providencia divina, y en consecuencia útil para el reino de Dios.
¡Es mucha hipocresía confesar a Cristo y desconfiar en su cuidado, Él no merece que lo deshonremos así si nunca nos ha fallado!.
Dios no quiere que seamos fuertes sino débiles. El quiere que renunciemos al orgullo de pretender controlarlo todo. Cristo solo requiere nuestro abandono y total dependencia a Él para manifestar su poder sobre estos frágiles vasos de polvo.
En esto radica la paz y la verdadera seguridad, es cuando una abandona la loca ansiedad que proviene de pensar en lo que le sucederá mañana para descansar en la providencia de aquel que dicta cada uno de los pasos que debemos transitar, y que tiene planes de bien y no de mal para todos aquellos que le aman.
Jeremías 29:11 NBLA
[11] Porque Yo sé los planes que tengo para ustedes”, declara el Señor, “planes de bienestar y no de calamidad, para darles un futuro y una esperanza.
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