ANTE LAS CALUMNIAS

Es reconfortante saber que en los días difíciles podemos clamar a Dios y saber que Él nos escucha. Este es un beneficio exclusivo para todo aquel que ha puesto su esperanza en Cristo, y por medio del cual nos podemos acercar a Él con confianza y con la certeza de que seremos ayudados en los tiempos de las adversidades.

Muchas veces solemos sentirnos muy preocupados ante cierta clase de problemas, como los ataques personales de personas que, sin fundamento, nos calumnian. Cuando esto pasa, el orgullo es el que se ofende, y Dios es quien usa estas ofensas para humillarnos y moldearnos a la semejanza de Cristo; pero cuando no entendemos esto, o también cuando no lo queremos aceptar porque nos importa más nuestra reputación que la obra de Dios en nuestras vidas, gritamos como David en el Salmo 4:2:

Salmos 4:2 NTV

¿Hasta cuándo, señores, arruinarán mi reputación? ¿Hasta cuándo harán acusaciones infundadas contra mí? ¿Hasta cuándo seguirán con sus mentiras?

La verdad es que somos muy orgullosos y mientras más tardamos en humillarnos dejamos que las heridas de las calumnias penetran en nuestros corazones como flechas que nos hieren con gran fiereza, pero cuando nos humillamos y reconocemos que no somos lo que pensamos (tan buenos) y que al mismo tiempo es un privilegio ser calumniados sin causa por quienes aborrecen a Cristo, todo este trance cobra sentido. Cuando lo entendemos como la oportunidad para crecer y el testimonio de que el Espíritu de Dios reposa en nuestras vidas es cuando las mentiras nos dejan de importar. ¿Si a Cristo lo calumniaron sin razón, por qué creemos que nosotros los que seguimos sus pasos no lo seremos también?

Cuando somos atacados sin causa genuina, Dios nos da la oportunidad para ser validados en nuestra profesión como verdaderos discípulos, y podemos clamar a Él por ayuda, seguros de que nos escucha y que seremos vindicados al superar la prueba. El Padre se complace en perfeccionar a sus hijos, y las pruebas son el fuego que nos purifica y nos prepara para la eternidad gloriosa que nos espera.


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