31 MAYO 2025

Pronto viene el día en que el sol de justicia brillará con gran intensidad sobre todos los hijos de Dios. Aunque ciertamente y en una medida ya alumbra sobre todos nosotros, los que hemos recibido la verdad, la consumación de esta experiencia gloriosa será cuando le veamos cara a cara. Esa debe ser la meta, ver al Salvador y gozar de Él por toda la eternidad.

Esto me lleva a pensar que todo aquí abajo es de poco valor en comparación con esta esperanza. Los bienes materiales, la vanidad de esta vida, los privilegios que pudiera darnos el mundo son nada en comparación con estar con Cristo.

Este pensamiento, en verdad, me ha animado a seguir adelante con mi misión y empeñarme en permanecer fiel, que es lo que a Dios le importa de sus hijos. Creo que hace tiempo renuncié a otras pretensiones, a cosas que los hombres desean, como la idea de aumentar mi influencia, ser exitoso, en fin ser alguien etc… Todo esto ya no me llama la atención, como si el hecho de agradar a Dios y que personas aquí en mi área puedan llegar a conocer a Cristo a través de mi predicación. Somos muy tentados a voltear los reflectores sobre nosotros cuando siempre deben estar sobre Él. Cristo es el que siempre debe brillar y, al cabo, es Él quien lo hace todo en su obra.

Así, me ocupo en seguir enseñando, principalmente a los niños que nos ha confiado. ¡Oh, cuánto deseamos que un día lleguen a conocer a Cristo!, y que así puedan adorarlo porque Él es digno de este acto, pero a su vez que también, por medio de Él, puedan encontrar el camino de la verdad, del gozo y de la esperanza que solo pueden obtener de Él.

Confieso que cuando a veces tenemos muchas ausencias en La Escuelita, me sucede que me abrumo en sobremanera; es como si una capa de desánimo me envolviera, pero ahí me recuerdo que la obra no es mía, que este trabajo es de Dios y que solo Él puede hacer que esto siga funcionando para su gloria.

Es entonces que recobro la paz y Dios me da la fuerza para continuar y plantarme frente al grupo y enseñarles sobre el amor de Dios. Y noto que cuando esto ha pasado, a la siguiente semana Dios nos manda muchos niños.

A veces sospecho que Dios lo hace así para no permitirnos confiar en nuestra propia sabiduría ni esfuerzo, sino solo en su gracia y así mantenernos esperando solo en Él y dependiendo de la oración para todo bien.

También, el trabajo con los adultos se sigue haciendo, y en este tiempo meditaba sobre las personas que Dios ha puesto a nuestro cuidado en este rancho, y no se trata de los fuertes ni de los sabios según el mundo, sino de los enfermos y desolados. Y esto requiere doble esfuerzo, porque no solo es el cuidado espiritual; en muchos casos se trata también del cuidado del cuerpo, de auxiliarles en otras cosas que requieren a causa de las condiciones en las que se encuentran. Y, bueno, todas estas son oportunidades para morir a uno mismo y, a su vez, de mostrar a otros el amor de Dios.

Tengo muy presente que el cristianismo genuino debe ser una vida de servicio al prójimo y no de estar en una posición para ser servidos o servirse a uno mismo.

Esto me recuerda que hace tiempo, una persona dijo, refiriéndose al momento cuando salgo los domingos a recoger a las personas para transportarlas y traerlas a la reunión de la Iglesia: «El hermano es el que los domingos anda recogiendo la chatarra del pueblo»; y sí, creo que está es una manera muy despectiva de referirse así a personas que no gozan de su misma condición física o estatus económico, etc…Pero yo digo que estas personas que piensan así no entienden nada del verdadero valor de una persona, que no saben que no es rico ni sano el que parece que está bien y tiene todo en esta vida, sino el que tiene a Cristo.

«Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos»; y aunque ellos pueden estar físicamente gozando de buena salud, el cáncer del pecado que los mantiene como esclavos los hace ver putrefactos y despreciables ante los ojos de un Dios puro y santo. Nadie tiene derecho a menospreciar así a la Iglesia de Cristo, y bueno no podemos esperar otra cosa de quienes no entienden este misterio, y Dios tenga misericordia de ellos y un día les conceda abrir los ojos para entender su necesidad y venir al Salvador para ser limpiados.

Pero también es cierto que la Iglesia no es el lugar de los sabios, ni de los fuertes, ni de los grandes, sino de los débiles, de los pobres de espíritu, de los desahuciados, los cuales han encontrado su camino y fortaleza para las dificultades de esta vida en Cristo Jesús.

Así, en este panorama de indiferencia a la verdad y poca empatía hacia quienes buscan a Cristo, seguimos trabajando esperando que el tiempo de Dios para la salvación de estos pueblos llegue en el día señalado.

¡Dios nos ayude por sin El nada podemos hacer!.


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