A veces suelo pensar en lo difícil que resulta la vida para muchas personas en este mundo. En las injusticias de las que han sido objeto y en las penas que nos sobrevienen a todos, despertándonos de la falsa creencia de que en este mundo se puede ser feliz.
Por supuesto que en este mundo hay muchas cosas buenas, pero sin embargo, estas son opacadas por todo lo que ya mencioné.
A menudo, la tristeza es el pago de este mundo a sus habitantes.También muchos niños padecen las consecuencias de esta realidad: pobreza, violencia, padres ausentes e incluso algunos ya han experimentado la muerte de un ser querido, etc. En fin, la maldad ha dañado todo aquí y ha llevado a este mundo a experimentar miseria.
Pero hoy pudimos enseñar a estos niños que sí hay esperanza en Cristo.
Que las cosas que hoy lucen mal en el concepto de una vida perfecta están próximas a desaparecer cuando finalmente Jesús instaure su reino en esta tierra.
Que sí podemos mirar con esperanza hacia el futuro al saber que muy pronto la triste realidad de todos aquellos que confían en Jesús cambiará. Y que, a su vez, en Él podemos caminar con optimismo en este valle sombrío, sabiendo que cualquier obstáculo lo podremos afrontar con fe y la inestimable ayuda de Dios.
Apocalipsis 21:1-4 NTV[1] Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido y también el mar. [2] Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo desde la presencia de Dios, como una novia hermosamente vestida para su esposo. [3] Oí una fuerte voz que salía del trono y decía: «¡Miren, el hogar de Dios ahora está entre su pueblo! Él vivirá con ellos, y ellos serán su pueblo. Dios mismo estará con ellos. [4] Él les secará toda lágrima de los ojos, y no habrá más muerte ni tristeza ni llanto ni dolor. Todas esas cosas ya no existirán más».
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