Salmo 3:1 NBLA
[1] ¡Oh Señor, cómo se han multiplicado mis adversarios! Muchos se levantan contra mí.
Todos en esta vida experimentaremos momentos de ataque. Donde enemigos se levantarán para destruirnos, y en donde la aflicción se volverá el símbolo de nuestra identificación con Cristo.
Todo verdadero creyente comprometido tiene enemigos; estos son los mismos enemigos de Cristo. En este mundo no se puede ser un mensajero de la verdad sin opositores, y si esta es nuestra realidad, tarde o temprano nos llegará el ataque desde algún lugar.
Estamos en medio de una guerra, la batalla constante contra el bien y el mal, la del príncipe de las tinieblas contra Dios y Su pueblo. No podemos ser tan ingenuos y descuidados como para pensar que, si el príncipe de este mundo está en guerra contra nuestro padre, nosotros podemos andar seguros en medio del campo de combate. En la antigüedad, cuando se declaraba una guerra contra un rey, esta incluía a toda su casa. Lo mismo sucede con nosotros; los enemigos de Dios se lanzan con todas sus fuerzas contra los de Su casa.
Pero aunque muchos por esta razón se levanten contra nosotros y nos hagan objeto de su burla, aunque el rechazo se vuelva nuestra marca distintiva en esta vida, el despojo, la envidia, la injusticia, etc., tengamos paciencia, que tampoco tenemos permitido atemorizarnos ni rendirnos. Confiemos en que Dios nos sostendrá y ningún mal prosperará por largo tiempo contra los hijos de Dios, solo por el tiempo necesario para que el testimonio de Cristo en nosotros sea expuesto y validado, y después se dará lugar a la liberación, la cual experimentaremos plenamente en la siguiente vida.
La salvación es del Señor y vendrá a liberar de sus dificultades a cada hijo de Dios, así que no hay razón para desmayar ni un enemigo tan grande que temer. Si Dios es por nosotros, nadie podrá prevalecer contra nosotros.
Descubre más desde SIERVO INÚTIL
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.
