Esta mañana en la escuelita tuvimos una gran afluencia de niños y gracias a Dios por esta oportunidad de seguir comunicando su palabra.
Estoy convencido de que no hay nada mejor que le pueda suceder a estos niños sino que ellos lleguen a conocer a Cristo como su Señor y Salvador. Y es para esto que trabajamos, pidiendo a Dios que obre en sus corazones, y que en el tiempo oportuno les abra el corazón para que ellos puedan ver a Cristo tal cual él es. Tan grande, tan bello, tan deseable y tan oportuno para ayudarnos no solamente en las dificultades de esta vida, sino también para darnos verdad y claridad respecto a las cosas importantes como es la eternidad.
Esta mañana reflexionamos sobre lo importante que somos para Dios. Que no importa si somos jóvenes o pequeños. Si tenemos capacidades excepcionales o no, si somos ricos o pobres, etc. Para Dios nada de esto es importante; lo que requiere es un corazón humilde que confía en Él y se abandona a Su cuidado.
También vimos que muchas veces podemos sentirnos desvalorizados al ser menospreciados por otros. Pero que en verdad estas situaciones no deberían marcar nuestro destino, sino que en Cristo tenemos un fiel amigo y en Dios un padre eterno que nunca nos rechazará. Nuestra autoestima no se basa en la opinión de los demás, sino en lo que Jesús ha hecho por nosotros en la Cruz.
Así, vimos a un Dios sumamente bueno y comprensivo con aquellos que son sus hijos, una posición a la que cada niño puede acceder a través de la fe en Cristo.
Continuemos orando por la evangelización de estos niños y principalmente por su salvación.
Gracias.
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