LA TEMPESTAD DEL SEÑOR


La tempestad del Señor Ha salido con furor; Una tempestad devastadora Descargará sobre la cabeza de los malvados. Jeremías 30:23 NBLA

El sufrimiento y el dolor que Dios aplica a sus hijos nace del principio del amor. Este dolor a menudo se presenta como la reprensión de un padre que ama a su hijo, pues “el que ama a su hijo, le corrige”.

Sin embargo, el sufrimiento y la aflicción que sobreviene a los impíos tiene una razón muy distinta. Este tormento es la expresión de la ira de Dios sobre quienes desafían con sus actos a un Dios tan puro, justo y soberano, que no puede ser burlado por ninguna de sus criaturas. La Escritura nos recuerda: “Dios no puede ser burlado; pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”.

Aunque su paciencia revela gran tolerancia, el castigo por cada acto malvado llegará sin tardanza. Vivimos en un mundo plagado de injusticia, y no podría ser de otra manera; el pecado ha creado esta condición donde el resultado general es la muerte y el dolor.

Así, el castigo decretado para los impíos es su propia destrucción en un lago ardiente de tormento y desesperación, un destino fatal para todo aquel que desprecia a Dios.

Así, la tempestad del señor se manifiesta como una expresión de su ira. Es su enojo santo que en su momento se revelará en gran tormento sobre aquellos que no le respetan ni le estiman, asegurando la ejecución de su propia justicia.



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