Es esa enorme mancha oscura con partículas galenas sobre mi cabeza lo que me transporta a soñar en la infinidad y belleza de ese Dios inconcebible a la razón.
Un ser tan grande que resulta imposible describir en su totalidad, dueño de la mente más brillante que se pueda imaginar y jamas superar.
De una pureza tal que hasta el metal más costoso y en su estado más puro, es nada ante el destello que despliega su gran valor y majestuosidad.
Nadie como El, la fuente de sumo bien, que al hombre de su miseria rescata y el corazón le cambia para traerle esperanza.
Son esas estrellas las que cada noche sobre mi cabeza me recuerdan que detrás de esta esfera, hay un Dios muy grande que siempre nos mira con bondad para mostrarnos amor de verdad.
Fue una estrella la señal de su nacimiento terrenal , y una nube que desciende desde el cielo sideral lo que pronto otra vez lo revelará.
Un Dios de otro mundo que vendrá a instaurar otro mundo, para dar apertura a una nueva era de esplendor y paz, donde Cristo reinará con los entendidos que resplandeceran como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad.
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