LA PUGNA ENTRE EL CRISTIANO Y EL MUNDO

Es un asunto de vital importancia para el cristiano recordarnos que en este mundo solo estamos de tránsito. Aquí no es nuestra morada permanente sino una corta estancia en nuestro camino a la ciudad celestial, en donde moraremos por toda la eternidad si permanecemos en la fé y en el amor que nos redimió del pecado y que nos reconcilió con Dios.

Tengo que admitir que este mundo es atractivo. Si, sé que esto no suena nada espiritual, amenudo queremos negar todo signo de debilidad, porque el orgullo siempre quiere llevarnos a aparentar lo que no somos. El orgullo siempre quiere mostrar al hombre más santo, más fuerte, más espiritual etc. de lo que en verdad es en realidad. Pero como negar que a mi carne le fascina. Que le gusta soñar con el, y que si pudiera le gustaría vivir abrazandole, gozarle y establecerse en el como hace la mayoría.

Pero,  es por estos horribles deseos y el constante peligro de ser seducido por el,  la razón por la cual necesito recordarle a mi carne que está muerta a este mundo. Que está muerta a todo, y que solo mi ser puede encontrar un hogar y un propósito en los designios de Cristo.

Cada día el mundo implica una tentación para el alma peregrina que solo quiere existir para agradar a su Señor. Es el enemigo acérrimo que sutilmente con sus engañosos caminos y sus juguetes ha enfríado a  muchos corazones que un día estuvieron ardiendientes por las cosas del cielo.

El mundo es como un sueño mortal, en el cuál un día te metes y luego que te embelese y si no te despiertas a tiempo te quedas en el hasta que te pierdes. Así es como muchos se han  extraviado terriblemente, y ahora yacen en un estado de muerte.

El afán, la avaricia, la vanagloria de esta vida en fin, han hinchado  de soberbia sus corazones, haciéndoles creer que tienen un nombre entre los hombres, cuando en realidad son poco menos que nada para aquel que los creo, por despreciar el oro puro que se llama Cristo por los viles tesoros que empobrecen y los placeres que condenan aquellos que han sido cautivados por las cosas de esta era.

El mundo dejará que un hombre se vaya al infierno en silencio y nunca intentará detenerlo. El mundo nunca permitirá que un hombre vaya al cielo en silencio; harán todo lo que puedan  para hacerle retroceder. —J.C. Ryle

El Cristiano y el mundo no pueden ser amigos, pretender serlo implica traición hacia aquel que lo compro. El mundo es un enemigo del cuál ya ha sido liberado pero del que todavía se debe cuidar para no ser presa de sus malignos engaños.

El mundo para el que va al cielo es una guerra sin tregua. Un lugar en el que no se puede instalar por todo lo hostil que le representa.

Tampoco se puede comprometer con el por cuánto ya está comprometido con Cristo.

El que ama al mundo odia a Dios. No se puede tener dos amores, por cuánto esto con lleva infidelidad, lo cual es una falta al amor genuino, y un menosprecio del uno por el otro. «No se puede servir a dos Señores, pues menospreciará a uno y amará al otro o querrá mucho a uno y despreciará al otro» (Mateo 6:24). Actuar así nos constituye en hipocritas y no en verdaderos amantes del Señor.

O nuestra vida está en Cristo y caminamos en contra poción al mundo,  o está en el y armonizamos con sus designios.

Esta la causa por la cuál el cristiano constantemente se encuentra a si mismo clamando:¡Oh Dios, líbranos del amor al mundo y de sus engañosos caminos!.


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