Cuando miro al cielo y veo las estrellas sú refulgante luz en el infinito me recuerdan de aquel preciso instante cuando mi corazón de densas tinieblas fue rescatado de su inmensa pobreza e impregnado por el divino amor.
Un amor tan sublime cómo indescriptible, que todo mi ser cautivo para darme paz y eterna salvación.
Estas estrellas fueron testigos del acto divino que me transformó, que la gracia a mi había venido ha mudarme el corazón.
Como cual mendigo por esta vida yo vagaba, cuando la tristeza y la podredumbre me adornaban, y sin esperanza y sin sentido yo me hallaba, Él apareció tán brillante y excelso que con su fulgor ilumino todo mi interior.
Fue en esa noche oscura, que la luz para mi brillo, donde el viejo hombre murio.
Y en esa noche las estrellas en el firmamento cómo nunca ante mi brillaron y así atestiguando en el infinito espacio que el perdón habia llegado a borrar la pena y el dolor que por el pecado me tenian cautivo y angustiado.
Oh ¿que sería de mi alma sin Sú resplandor?
Sólo vileza e ignorancia y grande condenación.
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