Este año no debo olvidar que Dios sigue siendo bueno porque el nunca deja de ser Dios.
La vida humana está llena de contrariedades, algunas vienen como pago por el pecado que ha venido a empañar la felicidad y testificarnos que este no es lo que parece o nos dicen que es: «atractivo o placentero» etc; sino que su verdadera esencia es la maldad. Que la vida sin Dios es un gran problema que trae mucho dolor. Pero al mismo tiempo y a menudo estás contrariedades suelen ser el abrazo de Dios para los suyos, que con voz firme les susurra «Tu eres mío y no te compartiré con este mundo».
Así, al reconocer la soberanía de Dios en nuestras circunstancias adversas recibimos paz para enfrentarlas con esperanza, al saber que Dios está detrás de todo suceso, haciendo su labor de prepararnos para la eternidad.
Dios es bueno aunque también a veces severo. Y lo uno no opaca o contradice a la otro, porque cuando Él nos trata con severidad es porque quiere mostrarnos su bondad, al afligirnos y así llevarnos a arrepentirnos del pecado que nos separa de Él mismo. En este sentido, su severidad es buena para sus hijos pero para los desprovistos de gracia su irá será su castigo.
Esta vida es muy breve, y sigo pensando en que lo único que tiene sentido es vivir para Cristo y para todo aquello que tenga que ver con Él y nada más.
Malaquías 3:6 NBLA
[6] «Porque Yo, el Señor, no cambio; por eso ustedes, oh hijos de Jacob, no han sido consumidos.
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