EL AFÁN Y LAS RIQUEZAS


Ciertamente que está vida es vanidad. Esta mañana volví a asentir que no debemo ir tras las cosas que se van a ir. El afán y las riquezas son dos terribles tentaciones con las cuáles constantemente debe luchar el hijo de Dios.

Un corazón codicioso nunca podrá estar conforme con lo que Dios le dá, mientras que un corazón preocupado nunca podrá experimentar la verdadera quietud. Ambos, igual son pecado porque dudan del cuidado de un Dios bueno y Santo.


Estamos aquí en esta vida para algo más sublime que solo acumular cosas que tarde o temprano vamos a dejar ir. Este tiempo es nuestro corto viaje de preparación hacia la eternidad. Si es así, entonces deberíamos cada día mirar más allá que solo estar pensando en las cosas que creemos que necesitamos para esta vida temporal. Si pusieramos igual cuidado en nuestro crecimiento espiritual que el esmeró que invertimos en conseguir las cosas de este mundo ya seríamos ricos. Ya tendríamos un enorme cantidad de tesoros acumulados en el cielo y experimentariamos una vida más plena de abundante gozo y paz, por cuánto hemos conseguido las cosas que son importantes y no hemos basado nuestra existencia en las que van a perecer. Si las cosas a las que nos aferramos perecen también lo hacen con ellas las recompesas que nos prometen. ¡Esto simplemente no tiene sentido!


Así cada día debo recordarle a mi corazón que el amor que este mundo promete es una ilusión. Que está vida es acerca de algo mejor, de conocer a Cristo, caminar con El y alistarnos para nuestra inminente reunión. Estás son las cosas que le dan verdadera trascendencia a nuestra efímera existencia.



«Señor, hazme saber mi fin, Y cuál es la medida de mis días, Para que yo sepa cuán efímero soy. Tú has hecho mis días muy breves, Y mi existencia es como nada delante de Ti; Ciertamente todo hombre, aun en la plenitud de su vigor, es solo un soplo. (Selah) Sí, como una sombra anda el hombre; Ciertamente en vano se afana; Acumula riquezas, y no sabe quién las recogerá.

Salmo 39:4-6 NBLA

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