¡VIVIENDO MIS TORMENTAS!

Estos dias me he visto presa del dolor físico y también emocional, porque no decirlo, si solo somos ¡vulnerables seres humanos!. Este cuerpo causa sus estragos en mi espalda y tambien tuve insomnio durante algunas noches debido a mi inquieta mente que por periodos no concibe dejar de pensar. Situación que me llevo a la lectura y a dedicar tiempo a la oración, para algunos estás condiciones parecen ser las más efectivas para mantenernos en el cumplimiento de nuestros deberes espirituales.

Asi, una noche pase largo tiempo leyendo un escrito del puritano inglés John Flavel, sobre LOS TRATOS DE DIOS CON SUS HIJOS, y especialmente cuando Él les aflige para mostrarles su amor.
Fue un alivio confirmar que Dios ordena soberanamemte las tormentas por las cuáles cada uno de sus elegidos tienen que pasar y que son tormentas de bien, que vienen a nosotros en forma de enfermedad, necesidad, problemas, pérdidas e incluso la muerte ect. Practicamente, Dios puede usar toda clase de desavenencias para afligirnos y mostrarnos un gran bien. «Cuando parece que Dios nos frunce el ceño es cuando en realidad nos está sonriendo«, porque a través de las pruebas lo que nos está diciendo es que nos ama tanto como para no disciplinarnos.


Cito a John Flavel:
Las aflicciones no vienen por casualidad, sino por diseño. Por el diseño de Dios son ordenadas como medio para producir a los creyentes un bien espiritual: “De esta manera, pues, será perdonada la iniquidad de Jacob” (Isaías 27:9), “Pero [Dios nos disciplina] para lo que es provechoso” (Hebreos 12:10), “Todas las cosas nos ayudan a bien” (Romanos 8:28). Las aflicciones son como obreros de Dios en nuestros corazones, que sacan el orgullo y la seguridad carnal de ellos, y haciendo así, su naturaleza es transformada, de forma que se convierten en bienes y beneficios. “Bueno me es haber sido humillado” (Salmos 119:71) dice David.

Así, mis circunstancias adversas terminaron siendo dichosas, y perdieron su influencia negativa al asentir que mi vida entera con todas sus vicisitudes descansa en la bondadosa y soberana mano de un Dios bueno, que cuida y proteje constantemente a sus hijos de los males que amenazan con arruinar su alma en esta vida.


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