Debo empezar diciendo que pocos libros como esté se han escrito. Esta es una obra magistral en todos los sentidos y que nos conduce al corazón de la teologia de un hombre embelesado por Cristo.
EL COSTO DEL DISCIPULADO además de instructivo nos desafía a vivir el discipulado cómo Dios lo manda en su Palabra, a la vez que derrumba todas las ideas equivocadas y justificaciones que pudieramos objetar para no comprometernos de una manera radical con nuestro llamado a seguir a Cristo.
Este libro que es solo uno de tantos que sale de la mente y corazón de este teólogo alemán DIETRICH BONHOEFFER; quien ya en su época veía la falsedad con la cuál la Iglesia vivía un cristianismo ficticio fundado en la gracia pero en una «gracia barata» que no exigía ningún sacrificio, ni ninguna renuncia y mucho menos lealtad. Y así fue que la Iglesia de esta época termino inclinándose ante el Tercer Reich y declarar a un hombre como su Führer y con esta actitud terminar negando a Cristo.
Este era una clase de cristianismo que se adaptaba a la cultura y que es amigo de los enemigos de Cristo. Que invitaba a las personas a una religiosidad convenenciera y vacía, donde ser cristiano era un rito más que una verdadera transformación del corazón que nos transporta a una relación con Dios y que se revela en un amor y obediencia a sus mandamientos. Entre muchas cosas, DIETRICH nos habla de la verdad de lo que implica ser cristiano y derrumba todas las concepciones falsas que el mundo ha creado para no obedecer al llamado de seguir a Cristo.
Ahora solo mencionaré algunos de los puntos que han capturado mi atención:
I.- LA GRACIA BARATA VS LA GRACIA COSTOSA
La gracia barata menosprecia a Cristo, su sacrificio, y rebaja el Cristianismo a un modelo de preceptos morales que no afectan el corazón. La gracia barata es ese cristianismo que se adapta a la cultura, que cambia el mensaje original para no confrontar a nadie con la Verdad y que se hace amigo de los enemigos de Dios. ¡Este Evangelio no ofende pero tampoco cambia!.
Este es un cristianismo sin obediencia, sin santidad y en general sin Dios. Es solo una fachada, en el mejor de los casos una mera apariencia religiosa, hace del hombre un sepulcro blanqueado que yede en su interior pero vestido con ropas finas.
II.- LA FE QUE CREE ES LA QUE OBEDECE
Solo tienen fe los que obedencen el mandamiento de Dios. Este punto descalifica cómo discípulos a todos aquellos que no están dispuestos a ir hasta las últimas consecuencias del mandamiento. En este caso de seguir a Cristo sin reservas. Lo cuál implica: Perdida, abnegación, rechazo, pobreza en general dolor y una cruz impuesta por Dios, con la cuál se debe caminar durante nuestro peregrinar en esta Tierra. Aquéllos que no estén dispuestos a seguir a Cristo bajo este precio no son dignos de ser contados entre sus discípulos. Aquí es donde la fé se torna el camino para vivir y permanecer en el discipulado. Porque por fé andamos y no por vista. Nuestra obediencia muestra que tenemos fé.
III.- EL AMOR A DIOS Y EL AMOR A LOS HERMANOS
El que no ama, no ha conocido a Dios porque Dios es amor. En esto conocerán que son mis discípulos si tienen amor los unos para con los otros.
El amor es el más alto estándar y la definición más exacta de la obra de Dios en el corazón del discípulo. En cuanto Dios recibe a un hombre como su seguidor él le otorga está nueva experiencia de vivir en apego junto aquellos que comparten su misma condición. Ahora, el discípulo al igual que su maestro vive para darse a favor de sus hermanos y está dispuesto a pagar el precio para que esto se noté como una realidad y no como una mera o un sentimiento vacío que invita más a la hipocresía que a la experiencia del amor genuino. Aquí se habla del sacrificio por el hermano, de hacerle todo el bien que podamos por cuánto al hacerlo así se lo hacemos a Dios mismo.
El perdón por los pecados cometidos contra ti no es una excepción, el verdadero discipulado nos lleva a pasar por alto los pecados que nos resultan en agravio a nuestra propia persona y ha perdonar por cuánto Cristo es el juez. Y en cuanto a los pecados cometidos en nuestra contra por parte de nuestro hermano estamos obligados a olvidarlos, por cuánto Cristo ya pago por cada uno de ellos en la Cruz del Calvario. El amor y el anhelo por la compania de los hermanos es una evidencia de que el Espiritu Santo nos ha dado un nuevo corazón para amar aquellos que antes veiamos como extraños.
IV.- EL SUFRIMIENTO
El dolor es un estigma que los verdaderos discipulos comparten con su maestro. Los sufrimientos de su amo se van cumpliendo en cada uno de los miembros de su Cuerpo. Todos hemos sido participes del mismo bautizo que nos identifica con Cristo y este es el sufrimiento que debemos padecer por causa de él. Si fuéramos de este mundo este nos amaría, pero como pertenecemos a Cristo el mundo nos aborrece. Este antagonismo constante sumerge al discípulo en un conflicto que le recuerda que este mundo no es su hogar y que el sufrimiento aquí es una realidad que nos invita a descansar solo en la Cruz. El que no está dispuesto a sufrir no es apto para el discipulado por cuánto este es un requisito del cuál no podemos prescindir, ya que es el testimonio de Dios sobre sus hijos para un mundo malo y despiadado que aborrece la Verdad y a los que la confiesan; y al mismo tiempo es el medio para humillarnos y prepararnos para la eternidad.
V.- EL CUERPO DE CRISTO
¡El cuerpo de Cristo es un milagro!, es la comunión de personas de diferentes contextos unidas para amarse y amar a Dios debido exclusivamente a Jesucristo. No hay otro lazo ni interés que nos pueda unir, solo Cristo. El es el autor de nuestra hermandad y el motivo de existencia de la Iglesia.
La comunidad de los santos es un rebaño heterogeneo en muchod aspectos pero al mismo tiempo con un mismo corazón por la gloria y contemplación de Cristo. La Iglesia es el taller del maestro, donde los discípulos son pulidos, donde nuestros pecados son tratados y nuestro carácter refinado para el óptimo servicio al Señor.
Ser parte del cuerpo de Cristo es un privilegio que no ganamos, si no que por sola gracia nos fue dado. Y por lo tanto es deber nuestro valorar está posición en la que se nos ha puesto, teniendo cuidado de no menospreciarla. Cuando menospreciamos al cuerpo de Cristo o alguno de sus miembros, estamos menospreciando al mismo Cristo y esto no quedará impune. Debemos tener cuidado, y servir para edificación de la Iglesia y cuidarnos de ser tropiezo para alguno de estos pequeñitos, porque pertenecer a estas filas es un grande regalo que con lleva una enorme responsabilidad por cuánto estámos hablando de la esposa del Cordero.
DIETRICH sabiamente exalta a la Iglesia e invita a valorarla por cuánto es la institución más digna que existe sobre la faz de la Tierra, pero al mismo tiempo es la institución de Dios por la cuál Cristo murió, en la cuál se complace y se gloria.
Así, este libro está lleno de instrucción y desafia las ideas del lector llevándole inevitablemente a cuestionarse si es un verdadero seguidor de Cristo o un mero simpatizante que permanece al margen del verdadero discipulado.
En mi opinión este es uno de los mejores libros que se han escrito y que todo cristiano que busca seriamente seguir a Cristo deberia leer al menos una vez en su vida.
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