MISIONERO

En esta vida ser misionero parece ser sinónimo de fracaso o de perder el tiempo. Para muchos es malgastar tu vida y entregarte a una causa pérdida. En una época donde se relativisa a Dios o se piensa que es prescindible o que no existe, la predicación comúnmente se vuelve una carrera para ganar la duda o el rechazo casi generalizado de una sociedad que da por sentando que la espiritualidad es cosa extraña o incluso del pasado. Pero para los que seguimos a Cristo sabemos que este caminó lo único que puede significar es lo mejor, lo más elevado. Es el camino en POS de la Verdad, la senda para amar y conocer al único Señor en su máximo esplendor y así; llevar verdadero propósito a los que están atrapados en un mundo que no les da respuestas ni significado.

A los pobres de espíritu y a los desesperados que Dios ha elegido traer a la luz por medio del mensaje más incomprendido y atacado que este mundo jamás a podido soportar.

Personalmente yo no me arrepiento del camino que Dios eligió para mí. Porque es cierto que Dios nos elige y nos llama al lugar donde cada uno le tiene que servir y aunque; en esta vida ante los ojos del mundo nunca llegue a «trascender», los hijos de Dios encontramos contentamiento ante el hecho de que en el plan de Dios estamos cumpliendo con nuestra misión, y que no hay otro lugar mejor para estar si no en su santa voluntad.

Los cristianos no servimos para ganar una pocision en este mundo o incluso entre nuestros hermanos. Nuestra pocision ya no la ha dado Cristo, como hijos de Dios y siervos de Justicia. Grados nada estimados en el reino de esta Tierra, pero grandemente valorados en el reino de Dios del cuál somos y al cuál vamos.

La misión es mucho más que llevar un mensaje, es vivir y gozar de Él. A veces riendo y otras llorando pero siempre con el corazón ardiendo por la Verdad que a las almas de las tinieblas puede libertar.


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