Éste día recibimos una sorpresa. Uno de los niños de la Escuelita vino a despedirse de nosotros. El debe regresar a los Estados Unidos para reunirse con sus padres después de haber venido al rancho por razón de la pandemia y dónde vivió con sus abuelos durante este tiempo de confinamiento. Pero ahora que todo parece que se ha normalizado él necesita regresar a seguir con su vida allá.
A Manuel lo conocimos hace 3 meses cuando me encontraba invitando niños para asisitir a la Escuelita Bíblica, y un día el llegó y desde entonces se quedó no faltando ningún sábado para convivir con nosotros y así también recibir instruccion.
Todos los niños que Dios nos ha mandado son especiales y lo digo así, porque estoy plenamente convencido que Dios nos ha traído a cada uno de estos niños por algún propósito especial. En un pueblo tan religioso donde los padres no aceptan otras «creencias» diferentes a las de su religión y que ahora accedan a que sus hijos reciban enseñanzas de la Biblia por parte de nosotros «los misioneros cristianos» es un verdadero milagro. Pero además este grupo de 22 niños tiene cada uno su propia peculiaridad que lo hacen único y «especial».
Manuel es un niño inteligente pero al mismo tiempo «ingenuo». Al igual que a la mayoría en esta edad goza de divertirse jugando al aire libre con otros niños, especialmente a las orillas del arroyo cuando en esta época debido a las lluvia de llena de agua, o también el gusta de pasear en su bicicleta por las veredas del rancho lo que hacía común encontrarnos en el camino de vez en cuando. Pero algo peculiar en Manuel es que tiene un problema que hace que no pueda hablar claramente. «Algún problema del lenguaje» supongo, que provoca que «tartamudee» pero que a él cómo pudimos constatar qué poco o nada le importa porque se relaciona muy bien con los demás niños. Pero también, Manuel era el niño de las adivinanzas del salón. La mayoría de éllas yo estoy seguro que se las inventaba en el momento, pero lo chistoso era que para adivinar el dilema uno primero debía adivinar lo que dijo porque como ya exprese no era muy entendible debido a su problema. En fin, ¡ya no tendremos más adivinanzas y esto de seguro es algo que vamos a extrañar mucho!
Esta tarde Manuel llegó en su bicicleta a nuestra casa para decirnos que mañana se iba. En este momento pude experimentar lo que sienten algunos maestros cuando tienen que decir adios a uno de sus alumnos. Siempre se crea un lazo entre el maestro y el discípulo, y bueno, es cierto que la vida de estos niños no nos pertenecen, son un préstamo para intruirlos que debemos cuidar mientras están a nuestro cargo y ahora que uno de éllos se va, solo puedo decir: Señor hice lo mejor que pude por enseñarle tu Palabra y así desear que Dios le bendiga y use todo lo que aprendió para guiarlo a Cristo.
Entonces, Manuel nos dijo adiós y nos expreso de manera efusiva que nunca nos olvidaría. Así subió a su bicicleta y desapareció de nuestra vista. No sabemos si algún día le volveremos a ver otra vez, pero agradezco a Dios que nos permitió conocerlo para predicarle el Evangelio durante este periodo de tiempo. Sabemos que la semilla ha sido sembrada y que la Palabra no queda vacía, así que, ahora debemos seguir sembrando en muchos más niños y seguir orando por Manuel que Dios siga guiando sus pasos hasta cumplir el propósito que le ha ordenado.
A menudo me recuerdo que con Cristo:
«Hoy sembramos semillas de ESPERANZA para cosechar VIDAS NUEVAS el día de mañana»
¡Sigamos orando por la conversión de los niños de la Sierra!
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