1 Agosto 2022
Ayer fue día del Señor y predique acerca de 1 Corintios 6:1-11, sobre los litigios entre los hermanos.
Es una realidad de que ningún grupo de personas está exento de tener problemas entre éllos incluso esto llega a pasar en la congregación de Los Santos. Aúnque, la Iglesia debería ser un lugar seguro para sus miembros y en cierto sentido si lo es porque es Cristo quien nos guarda por medio de ella. Esta seguridad a menudo se ve opacada por la corrupción que todavía experimentamos en estos cuerpos que todavía viven bajo la influencia del pecado. ¿Cuántas veces no nos hemos sentido extraños estando en familia (la Iglesia)?… La envidia, el orgullo, la avaricia en fin el pecado en nosotros fractura la unidad y el apego que deberíamos experimentar como miembros de un solo cuerpo. Sin embargo, Jesús hace posible nuestra unión apesar de nuestros defectos.
Es algo muy común que en las Iglesias del Señor se escuche que él uno al otro se han defraudado. Los negocios (tratos) entre hermanos deberían siempre estar pactados bajo el temor de Dios, que nos debe dirigir a conducirnos con honestidad y ha cumplir con los deberes que contraemos, al asentir que es nuestro deber delante de Dios y una de las maneras en qué mostramos amor y respeto a nuestro hermano.
Tal parece, que Los corazones de los Corintios eran gobernados por la avaricia, la envidia y toda clase de pecados antes que por el Espíritu Santo que nos conduce a vivir bajo el amor de Dios, lo que los había llevado a los magistrados para acusarse él uno al otro y así manchar el glorioso nombre de Cristo ante una sociedad ya de por si antitetica hacía el Evangelio.
No sabemos exactamente cuál era la razón de estás acusaciones, algunos comentaristas dicen que eran por transacciones de compraventa de tierras entre «hermanos» dónde algunas de las partes habían incumplido con el pago. Sea cuál sea la naturaleza de nuestros tratos debemos cumplir con nuestros compromisos. Jesus dijo:
Y les dijo: Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.Mt. 22:21
No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. Rom. 3:8
Los Corintios se habían apartado de esta condición y ahora al igual que los paganos se acusaban el uno al otro ante los tribunales trayendo «mala fama» a la Iglesia en una cultura opuesta al cristianianismo. Imagino que los opositores no tardaron mucho en tomar está oportunidad para despotricar contra la Iglesia y aunque es cierto que la Iglesia siempre será atacada por el mundo, el problema se suscita cuando los motivos por lo que se hace son ciertos.
Entonces, Pablo les hace un llamado para ser ecuánimes y vivir como lo que realmente son «hijos de Dios», y a no dejar que sus conflictos dejen en descrédito a la Iglesia del Señor. ¿Que no se supone que es esta la institución donde deben reinar la honestidad y el amor?
Así Pablo pasa a recordarles que éllos habrán de juzgar el mundo entonces, ¿como no podrían manejar entre éllos estos asuntos tan triviales en comparación con el juicio final?; La Iglesia posee el código penal más confiable para llevar a cabo sus propios jucios. La Palabra de Dios es nuestra carta Magna y nuestra regla de fé y conducta, así que no debemos andar buscando la justicia donde esta no existe; esto es entre aquellos que desconocen la Verdad y debemos someternos a lo que las Escrituras nos dictan. Pero aunado a ésto, la falta de perdón y la negación a arreglar las cosas de manera pacífica ya era otro pecado en si.
Pablo les desafía con la siguiente pregunta:
¿Por qué no sufren mejor la injusticia? ¿Por qué no ser mejor defraudados?
1 Corintios 6:7 NBLA
A lo que yo creo que la negación a ésto puede ser «orgullo».
«El orgullo es un amo muy sensible que se ofende fácilmente».
El orgullo ante la injusticia se siente pisoteado y busca oportunidad para vengarse pero los santos hemos sido llamado a imitar la paciencia y el amor de Cristo.
En este punto no sé, hasta donde tenemos permitido seguir este proceder y así no llegar a los tribunales. Hay diferentes puntos de vista, es cierto que Dios puso al Estado como impartidor de Justicia para mantener la paz y el órden social. Algunos, dicen que es nuestro deber en ciertos casos «graves» llevar el asunto a la autoridad terrenal. Pero hacer esto inevitablemente traerá descrédito que es lo que Pablo nos está llamando a evitar.
¡Que el Señor nos de su gracia para manejar sabiamente los conflictos que se susciten entre nosotros sin traer mala fama a su glorioso nombré y nos de un espíritu perdonador para poder sobrellevar la ofensa cuando seamos objeto de está!.
Y así seguimos predicando.
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