Hoy es domingo día del Señor, y la mañana luce un poco sombría (nublada), mientras me digo a mi mismo que no pretendo narrar en este diario solo la parte «agradable» de mi historia en las misiones, sino también las situaciones difíciles que vivimos en el campo y que a veces no contamos porque nos hacen ver vulnerables ante el escrutinio de los demás, y si somos honestos también nos confronta a con nosotros mismos. Y ya no digo del escrutinio de Dios, porque siempre estamos bajo su lupa. Tenemos mucho orgullo en nuestra vida que somos muy dados a querer impresionar a otros mostrandonos muy capaces y sabios etc, pero nunca ser tan honestos como para compartir nuestros fracasos y debilidades, para no vernos torpes ante los demás. Pero si en verdad somos siervos de Dios en realidad esto es lo que somos, “siervos inútiles”.
Los misioneros no somos ni fuertes ni perfectos, seguimos luchando con el pecado como cualquier otro creyente. Tenemos dudas, lidiamos con problemas en el matrimonio, con los hijos etc… Hay días y épocas donde yo personalmente me siento bajo mucha presión. Por un lado me doy cuenta que tiendo a enfocarme demasiado en las tareas del ministerio, y que siempre tengo que estar luchando para mantener un equilibrio, porque mi familia también necesita de mí. Así que muchos de los problemas que se suscitan en el hogar suelen ser un recordatorio de que no debo descuidarlos mucho.
Uno puede estar con ellos todo el tiempo sin en verdad estarlo. Y no quiero repetir la típica historia, de un padre ausente que no presto atención a sus hijos cuando se requería, por estar ocupado salvando al mundo mientras su familia se pierde por su descuido y abandono.
También, está lucha en mi mente que parece interminable me agobia de vez en cuando, con el recuerdo de pecados pasados. Hay días donde la tentación me asalta, invitándome a recrear mi imaginación con toda clase de pensamientos pecaminosos, y ahí es cuando debo luchar. Me doy cuenta que no soy tan atrevido como para materializar mi pecado, pero parece que si me atrevo a caer en el mentalmente. Y esto es algo de lo cual me tengo que estar arrepintiendo constantemente estos últimos días. Sinceramente, me aborrezco cuando me permito esto, es por esta razón que debo velar, mantenerme en oración que es el medio por el cual la gracia divina fluye para no entrar en tentación.
«Dios ayúdame» ha sido mi constante suplica por varios días.
Esta mañana predique sobre Mateo 10:23-30. Y pudimos establecer que Jesús nos invita a confiar en El en todo tiempo. No solo en las épocas de bonanza, también en los tiempos difíciles. Cuando permanecemos firmes estando en medio de las tormentas terrenales, es cuando Cristo es más glorificado en nuestra vida. Aquí, en estos pasajes, Jesús instruye a sus apóstoles a no temer a sus enemigos, a aquellos que se levantaran contra ellos y su predicación, quienes los entregarán a las autoridades y que incluso los mataran. Jesús hace un énfasis, «no les teman», pero luego les dice a quién si deben temer, y este es a Dios. Nuestro corazón debe estar gobernado por un deseo de amar a Dios y obedecer su palabra que nos hace vivir de una manera en la cual agradar a Cristo es nuestra regla de vida.
«No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; màs bien teman a Aquel que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno». Mateo 10:28
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